La conservación de la biodiversidad constituye un objetivo prioritario
en un escenario en que las relaciones entre el desarrollo tecnológico y la
conservación del ambiente ocupan crecientemente el debate público. En
particular, la conservación de los recursos fitogenéticos de interés para la
agricultura es un factor ampliamente reconocido para contribuir al desarrollo
sostenible de la misma y a la conservación de los recursos naturales. Uno de
los ventajas más destacables del cultivo de tejidos in vitro es su
posibilidad de propagar a gran escala cualquier material vegetal con mínimo
riesgo de introducir o reintroducir patógenos y con alto grado de estabilidad
genotípica. Por esta razón, han encontrado sus aplicaciones en la conservación
e intercambio de recursos fitogenéticos se ha incrementado aceleradamente.
Tradicionalmente, la conservación de recursos fitogenéticos se ha basado
en dos metodologías: ex situ e in situ. La conservación ex
situ incluye al cultivo de células y/o tejidos vegetales (bancos de
germoplasma in vitro). Los métodos de conservación in situ
contemplan la preservación de las especies de interés en su hábitat natural. La
criopreservación consiste en la conservación a temperaturas ultra bajas
(-196°C) en un medio criogénico como el nitrógeno líquido. Durante las últimas
décadas se ha avanzado mucho en el estudio de la respuesta del material vegetal
a bajas temperaturas. Como parte de ello, se han estudiado los procesos
fisiológicos y bioquímicos involucrados en la criopreservación y se han
investigado las condiciones que posibilitan la preservación de la viabilidad
del material vegetal almacenado por este método.
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